Durante el 2016 se celebra el IV aniversario de la muerte de Cervantes y por eso, desde Fisiohogar, hemos pensado que lo mínimo que podíamos hacer es un pequeño homenaje en este Blog con un artículo sobre los dolores del Quijote.
La verdad es que el Ingenioso Hidalgo y su fiel servidor las pasaron canutas. Tuvieron que aguantar alfilerazos, azotes, caídas, estacazos, lanzazos, mojicones, palos, pedradas, porrazos y zancadillas y sufrieron brumaduras, cardenales, chichones, crujimientos, molimientos, quebrantamientos… «Y estando aún caído don Quijote un mozo de mulas…llegándose a él, tomó la lanza y, después de haberla hecho pedazos, con uno de ellos comenzó a dar a nuestro don Quijote tantos palos, que…le molió como cibera». Pero el dolor no estuvo reservado solamente para los protagonistas. Prácticamente en cada capítulo, hay alusiones acerca del dolor que sufrieron; un pastor, un Vizcaíno, un arriero de la venta, el Bachiller Sansón Carrasco, Doña Rodriguez y hasta en cinco ocasiones Rocinante y en dos el Asno de Sancho Panza.
Aunque los personajes de la historia sufrieron bastante de momentos dolorosos, vemos que Cervantes no utiliza tanto esa frase porque realmente ¿como se puede describir un dolor?. El dolor es dolor y Cervantes no se preocupa en buscar un término para explicar el origen del dolor en sí. Por eso, encontramos en la narración términos graciosos como por ejemplo «todo ansioso, todo molido y todo apaleado». Hoy en día si que utilizamos adjetivos calificativos sobre el dolor; podríamos clasificar el dolor como quemante, punzante, etc. En esta obra, Cervantes nos cuenta el tipo de dolor de forma más poética : «creyó (Don Quijote) a que la muñeca le cortaban o que el brazo se le arrancaba»; evidentemente un ejercicio para embellecer el texto. También encontramos otro ejemplo gracioso de Sancho tras ser apaleado por los vecinos de un pueblo: «no estoy para responder porque me parece que hablo por las espaldas». La elegancia del narrador se aprecia especialmente cuando se refiere a la lumbalgia aguda de Sancho después de la batalla con los yangüeses: «se levantó, quedándose agobiado en la mitad del camino, como arco turquesco, sin poder acabar de enderezarse».
También nos resulta gracioso que según Don Quijote, el umbral del dolor tenía algo que ver con el estatus de cada uno. Tras recibir ambos el varapalo de los yangüeses en sus espaldas: «Aun las tuyas Sancho (replicó Don Quijote) deben de estar hechas a semejantes nublados; pero las mías, criadas entre sinabafas y holandas, claro está que sentirán más el dolor de esta desgracia«. También nos dice como han de comportarse los nobles frente al dolor: «y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se les salgan las tripas por ella«, al cual, Sancho, como persona más terrenal que era se quejaba sin problema del dolor «De mí se decir que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga«.
Don Quijote también se aventura a diagnosticar: «La causa de ese dolor debe de ser, sin duda que como era el palo con que te dieron largo y tendido, te cogió todas las espaldas, donde entran todas esas partes que te duelen, y si más te cogiera, más te doliera»; Esta divertida observación, aunque hoy en día nos parece evidente y casi irrisoria, hay que decir que por aquella época era una reflexión de razonamiento clínico bastante adelantada hablando del principio del siglo 17!
Es evidente que en los tiempos del Quijote, no había Fisioterapeutas así que la pareja tuvo que buscar los remedios de sanadores y otros «médicos» de aquella época. Igual que mucha gente del siglo 21, se atreven a buscar remedios «naturales» como por ejemplo el bálsamo de Fierabrás (se observa el efecto placebo que esto ocasionaba en Don Quijote).
Parece increíble que 400 años más tarde, y con todos los avances de la ciencia, un arsenal de terapeutas y médicos preparados, todavía queda gente que en pleno siglo 21 parecen ciudadanos de las aldeas de esa La Mancha polvorienta y recurren a remedios milagrosos y sin fundamento.
Y con esa última observación (algo melancólica de parte de los Fisioterapeutas que somos) terminamos este artículo homenaje a Cervantes y a su Don Quijote con una frase de Andrés Trapiello (Las vidas de Miguel de Cervantes, 1993): «El Quijote sigue siendo ese lugar en el que cada uno de nosotros cree hallar solaz y respuesta a sus más íntimas tribulaciones, no porque nos saque de la vida, sino porque nos devuelve a ella».
Colegiado nº 3867
Diplomado en Fisioterapia por la Universidad de Malta. Master de osteopatía por la Universidad de Alcalá de Henares