Aunque el incremento de la esperanza de vida ha tenido un receso debido a la pandemia, en España hemos llegado a cifras que son de las más elevadas del mundo. Para los hombres esa esperanza se sitúa en torno a 81 años y para las mujeres se eleva hasta unos 86 años. Aunque hay que tener en cuenta que no pocas personas superan los 90 años y esto quiere decir que estamos alargando ese periodo de la vida que conocemos como tercera edad en la que la tendencia natural es que se produzca un declive físico y se intensifiquen diferentes enfermedades, o algunas de ellas aparezcan en esa avanzada edad pues están asociadas, sobre todo, a pacientes ancianos.
Además de las enfermedades que pueden empeorar el estado de salud, sobre todo cuando se produce una afectación de diferentes órganos o se tienen varias patologías, las personas ancianas pueden sufrir caídas debidas a la debilidad muscular y a la falta de coordinación. Un mareo que cause una caída puede que no sea preocupante en un joven, pero un anciano, con su peor agilidad y un sistema óseo más frágil, puede sufrir lesiones que requieran hospitalización, e incluso puede necesitar una prótesis, entre las que son muy frecuentes las de cadera.
El papel del fisioterapeuta en estos casos se vuelve de vital importancia y, trabajando con un equipo multidisciplinar, se encarga de mejorar la calidad de vida manteniendo y consiguiendo una mejoría de las capacidades residuales. Al mismo tiempo, metidos en el tratamiento que logra avances significativos en la recuperación, se consigue que la autoestima se incremente y esto al mismo tiempo logra que la implicación del paciente en su propia recuperación sea mayor. El objetivo es ayudar a la recuperación de la autonomía y de la funcionalidad perdida.