Con el calor llegan las noches en vela, en las que no se descansa correctamente, el aumento de la fatiga o la falta de ganas para realizar actividades rutinarias durante el día. Esto es algo a lo que la mayoría de la población nos adaptamos con el paso de los días, pero en personas con patologías neurológicas las consecuencias del calor pueden ser mucho más relevantes.

En enfermos neurológicos, con patologías como la esclerosis múltiple, enfermedades neuromusculares, miopatías o enfermedades degenerativas como el párkinson, los síntomas pueden incrementarse si no se toman las precauciones adecuadas.

¿POR QUÉ OCURRE? ¿QUÉ SÍNTOMAS PROVOCA?

El aumento de las temperaturas no altera en sí el funcionamiento del cerebro, pero se ven alterados los mecanismos de regulación de la temperatura, que controla el hipotálamo, provocando la perturbación en ciclos como el del sueño.

Además el aumento de la temperatura corporal produce un enlentecimiento del impulso nervioso, que tiene consecuencias a nivel motor y cognitivo.

Los síntomas de los efectos del calor variarán en cada paciente y según su patología.  En la esclerosis múltiple, por ejemplo, la conducción ya está enlentecida por la desmielinización de sus fibras nerviosas, el calor provoca un agravamiento de este ralentizamiento que provoca un aumento de la debilidad y la fatiga, una disminución del equilibrio,etc. Generalmente, estos cambios se limitan al aumento de temperatura, es decir, son reversibles cuando disminuye.

Además como se comentaba antes, también es posible la existencia de síntomas a nivel cognitivo como cuadros confusionales, desorientación o cambios de conducta en los pacientes.

¿CÓMO SE PUEDE EVITAR?

  1. Hidratación. Muchos pacientes neurológicos o de edad avanzada tienen alteraciones en el reflejo de la sed, por lo que habrá que “obligarles” a beber frecuentemente.
  2. Comidas ligeras, que contribuyan  a mantener la hidratación y no supongan digestiones muy prolongadas.
  3. Permanecer en lugares frescos, en la sombra o con climatización.
  4. Usar ropa que no sea ajustada de tejidos ligeros y transpirables
  5. En personas que pasen, por su discapacidad, periodos prolongados encamados o en sedestación, puede ser necesario un aumento de los cambios posturales para que el sudor no facilite la aparición de úlceras por presión y heridas.
  6. A la hora de realizar ejercicio o durante las sesiones de fisioterapia, habrá que realizar pequeños periodos de descanso regularmente.
  7. Por supuesto, ante cualquier síntoma poco corriente, consultar con su médico.