Como fisioterapeutas llegan a nosotros pacientes con síntomas de lo más variado. El abanico de nuestro trabajo es muy amplio y ello nos obliga a tener que estar muy atento a signos que nos puedan llevar a pensar que debemos derivar al paciente a otros profesionales. Muchas veces la gente no sabe que podemos ayudarles con múltiples problemas, pero algunas otras también hay un exceso de confianza en la fisioterapia, hasta el punto de que para cualquier situación se acuda a este servicio. Y así como en otro momento hablé de la importancia de detectar una trombosis venosa profunda, hablando con odontólogos me di cuenta también de la importancia de conocer el Síndrome de Eagle para tenerlo en cuenta en, por ejemplo, esas cervicalgias frecuentes, que no se solucionan a pesar de variados tratamientos. Quiero que se tome con cuidado lo que digo, en el sentido de que no pensemos que ahora cualquiera puede padecer este problema, ni mucho menos, es un síndrome muy poco frecuente pero que debemos tener en nuestra mente “por si acaso” “por si alguna vez resulta que era esto”, dado que es un síndrome difícil de reconocer.

¿Y qué es el Síndrome de Eagle?

Es la calcificación del ligamento estilohiodeo, el cual es un ligamento que va desde la apófisis estiloides en la base del cráneo hasta el hueso hioides en el cuello.

Imaginaos la importancia de esta unión, desde la base del cráneo hasta un hueso tan increíble y peculiar como es el hioides y pensad en todas las conexiones a partir de ahí que pueden surgir.

¿Y por qué necesitamos los fisioterapeutas conocerlo? Porque, como mencioné antes, por el tipo de síntomas que provoca es fácil que, precisamente, los pacientes hayan acudido a nosotros.

Sus síntomas pueden ser:

  1. Limitación de los movimientos del cuello.
  2. Ruido a nivel de la articulación temporomandibular.
  3. Vértigo y síncope transitorio (habrá que prestar especial atención con determinadas maniobras de fisioterapia).
  4. Dolor en la región de las amígdalas que irradia a veces a la zona carotídea y laríngea.
  5. Dolor de cabeza, dolor de oído, tinitus, sensación de oído «tapado»
  6. Excesiva producción de saliva (sialorrea), disfonía, disfagia
  7. Sensación de cuerpo extraño en la parte posterior de la boca, que obliga al paciente a tragar con frecuencia.

 

Síntomas muy generales que pueden estar provocados por muchas otras razones que desde la fisioterapia muchas veces logramos tratar adecuadamente. Pero si finalmente hay algo “que no nos cuadra”, algo “que no hay manera de resolver”. Siempre podremos plantearnos pensar en este síndrome (aunque insisto, es muy poco frecuente). En ese momento deberemos derivar, pues las pruebas para detectarlo son sencillas: radiografías específicas y TAC; y la única solución actualmente parece ser la cirugía para eliminar el ligamento osificado.

Muchas veces el mejor tratamiento es saber derivar a los profesionales adecuados. Nuestro conocimiento y a veces intuición, habrá sido la mejor manera de ayudar en los problemas del paciente. Y ése finalmente debe ser nuestro objetivo.