Constantemente escuchamos en anuncios, periódicos, textos de ayuda, incluso textos de compañeros profesionales, echar la culpa de todos nuestros dolores a los objetos. A algo ajeno a nosotros. La culpa es del colchón, de la almohada, de los bolsos pesados o de las sobrecargadas mochilas de los chavales. Inevitablemente cualquier cosa puede afectar en cierta medida a nuestro cuerpo pero muy probablemente no en la medida que les estamos otorgando. Así que quiero reflexionar al respecto e invitar a la reflexión.
Cuando la gente viene a nosotros detectamos patrones posturales, cambios en el equilibrio muscular que difícilmente se van a solucionar porque cambiemos de colchón. En realidad son raros los casos en los que una persona que sufre dolores haya notado la remisión de éstos sólo con cambiarlo. Ha podido notar una leve mejoría, tal vez, pero el problema sigue estando en su cuerpo o en sus hábitos de vida. El estrés, el sedentarismo, la alimentación, los movimientos repetitivos del trabajo… todo eso, no se soluciona con un cambio de colchón. A veces más bien el problema es el poco tiempo de descanso real que se pasa encima de ese colchón pues es durmiendo donde se producen la mayor parte de los procesos de reparación del cuerpo. Y lo mismo podríamos decir sobre las almohadas.
El peso de los bolsos. ¿Qué decir? Por supuesto pueden llegar a ser muchas horas las que se pase con ellos en los hombros, pero desde luego un cuerpo con una musculatura fuerte tendrá una mejor respuesta a cualquier peso que le pongamos. Si una musculatura fuerte tiene que cargar tres kilos le parecerá un peso liviano, si la musculatura es débil le parecerá una carga enorme e incluso tendrá agujetas porque sus músculos se habrán sentido sobrecargados. ¿Conviene cambiar el bolso de hombro o repartir entre ambos hombros? Sí, para buscar un equilibrio, una simetría en el trabajo muscular. Pero no son exclusivamente esos tres kilos de peso los que nos van a provocar un endiablado dolor de cuello. Antes de culpar al bolso hemos de plantearnos posiblemente acudir a los profesionales de la salud, porque las soluciones y problemas no son tan simples.
Y por último (y siempre teniendo en cuenta que esto son opiniones personales y no verdades absolutas) quiero criticar mucho la culpabilización que se hace hacia las mochilas del dolor de espalda en niños y jóvenes. Me parece casi increíble pensar que los apenas veinte minutos de ruta que puedan llegar a tener en total (tal vez media hora) hasta el colegio o instituto, cargando las mochilas, puedan ser los absolutos culpables de esos dolores. Más aún cuando actualmente cada vez es más fácil ver a los padres llevar a los chavales en coche a pesar de ser cortas distancias. Y tal vez ése sea el problema. Chicos y chicas que permanecen sentados largo tiempo, cada vez más sedentarios y a los que estamos educando en la idea de que diez minutos caminando es mucho tiempo y es mejor ir en coche u otro transporte. Cuerpo hechos para el movimiento que ya, tan jóvenes, se deshabitúan a él. Disculpadme pero, dudo mucho que el problema sean las mochilas.
Y mi conclusión es que, resulta fácil culpar a agentes externos, pero estamos cometiendo un error y deberíamos analizar más qué estamos o no estamos haciendo con un cuerpo que requiere ejercicio, buena alimentación y cierto número de horas de sueño. Antes de gastarte 200 o 1000 euros en un nuevo colchón, acude a los profesionales necesarios que puedan analizar qué está sucediendo de verdad y ayudarte a recobrar un cuerpo que pueda adaptarse y tolerar casi cualquier colchón. Un cuerpo que pueda soportar el peso de un bolso sin sobrecargarse. Y luego, a lo mejor, cambia de colchón, porque, por supuesto, algo ayuda, pero no es la solución definitiva. La solución la tienes tú, te podemos ayudar, pero es tuya, y como todas las soluciones, suele requerir algún esfuerzo.
Colegiada nº 9403
Diplomada en Fisioterapia por la Universidad Rey Juan Carlos