¿Alguna vez os habéis encontrado a un fisioterapeuta en la calle, o en un parque o bajo un soportal del barrio caminando con su paciente? Desde luego no es la estampa más habitual del mundo, pero estoy segura de que alguien podría responder que sí.
Cuando nos imaginamos a un fisioterapeuta vemos unas manos, normalmente sobre una espalda o con un hombro o un pie, o visualizamos a alguien dando ánimos mientras un paciente camina en unas barras paralelas, dentro de un gimnasio.
Pero parte de nuestro trabajo es que también caminéis en la calle. En ese ambiente más desconocido y complejo, con más obstáculos, con viento, con piedras, con personas yendo y viniendo y con pájaros y plantas, con otros olores y colores, con la luz del sol ofreciendo calor e iluminando.
Todo nuestro trabajo, todos esos ejercicios para reducir el dolor, ganar movilidad, fuerza, mejorar la sensibilidad, la propiocepción, la conciencia corporal, el equilibrio, la coordinación… todo ese esfuerzo es un medio para llegar a objetivos mayores, diferentes en cada caso pero objetivos que nos acercan a realizar todo el conjunto de actividades que acarrea Vivir. Y de entre muchos (pues insisto, cada persona es diferente y sus metas serán distintas) uno de esos super-objetivos es muchas veces algo tan valioso como poder salir a la calle superando toda barrera que pueda aparecer (pues existen muchas puertas ficticias o reales que son difíciles de flanquear).
De poco sirven todos los ejercicios y técnicas del mundo si finalmente no nos llevan a algo mayor. De nada sirve doblar una rodilla a 100º si luego no nos vamos a atrever a caminar. Y por eso, no os extrañe un día solicitar los servicios de un fisioterapeuta y que éste os lleve a pasear. A veces porque la persona no puede salir sola y no hay nadie que pueda acompañarla, otras veces por la necesidad de seguridad tras un periodo sin poder salir, momento en que requerimos que alguien nos guíe y nos enseñe para volver a ser capaces de caminar solos por la calle. Enfrentarse al exterior, aunque ya se camine por los pasillos de la casa suele ser un gran paso, un paso muy grande, que requiere de unos primeros días de ayuda que un fisioterapeuta está entrenado para ofrecer.
Y es que es muy importante salir. Son numerosos los beneficios: el cuerpo será capaz de adaptarse a otros obstáculos, nos ayudará a sentirnos más capaces, al cerebro llegarán nuevos y diferentes estímulos, la piel recibirá su dosis de preciado sol, nos sentiremos más capaces de lograr nuestras metas y un grandísimo y enorme etcétera.
Y ahora llega el buen tiempo, los días más largos, las mañanas más calurosas, los árboles cargados de hojas y flores; ahora llega el gran momento de aprovechar al máximo para alejarse de la seguridad del hogar y acercarse a la calle a caminar con nuestros pacientes y acompañarlos en esa fase tan importante de su rehabilitación.
Así que si te cruzas con una fisioterapeuta en las calles de Alcorcón no dudes en saludarle y animar a la persona que trabaja junto a ella.
Colegiada nº 9403
Diplomada en Fisioterapia por la Universidad Rey Juan Carlos