Gregorio, enfermo de Parkinon.

Llegando a la casa de Gregorio, ya le imaginamos preparandose para lo que el llama la media maratón.  Nos recibe con su típica sonrisa fatigada.  “Ya estoy preparado” dice refiriéndose a la tabla de estiramientos globales que hace con Rosa, su Fisioterapeuta habitual.

Es lo que tiene el Parkinson, una enfermedad degenerativa que ya desde sus primeros signos produce una rigidez generalizada de todo el cuerpo.  La tabla de Gregorio le ayuda a que se sienta mejor, menos rígido, más a gusto consigo mismo, porque como dice él, lo único que pide seguir valiéndose por si mismo.

“Que tal vas Gregorio, ¿aguantas bien?” le pregunta Rosa mientras que le hace un estiramiento del torax.  “Hombre, cómodo no estoy por supuesto, pero bien, bien, esto me ayuda muchísimo.  Tu sigue con lo que tienes que hacer”.

La enfermedad de Parkinson produce una serie de síntomas en el cuerpo del paciente relacionados con la falta de una sustancia química llamada Dopamina.  Por eso, la medicación con esa sustancia suele aliviar muchas de los síntomas en las primeras fases de la enfermedad.  Lamentablemente se trata de una enfermedad progresiva y la calidad de vida del paciente estará ligada a un tratamiento llevado a cabo por un equipo multidisciplinar que por supuesto incluye el Fisioterapeuta.

“Que bien; siento que he ganado unos centímetros más” bromea Gregorio cuando Rosa termina su tabla de estiramientos. “Bueno, has aguantado muy bien; ahora déjame ver como tenemos los pulmones.  Respira por la boca.”

La rigidez afecta también la caja torácica y ciertos procesos automáticos como por ejemplo la tos en las fases más tardías se suelen perder.  Por eso, el factor más importante en el cuidado de Gregorio es asegurar que no tiene riesgo de infecciones respiratorios.  “Suena todo bien por dentro Gregorio!” le dice Rosa ya terminando su sesión.  “¿El viernes a la misma hora?” le pregunta;  “Por supuesto. Ya sabes donde encontrarme”

 

Lupe, enferma de Parkinson

Encontramos a Lupe en su sillón como cada martes, hoy algo tristona.  “¿Que te pasa Lupe? ¿Como estas esta mañana?” le pregunta Alejandro, su Fisioterapeuta habitual.  “Pues mal…con lo que era ya yo, sin parar todo el día fíjate como estoy ahora…”

Lupe fue diagnosticada de Parkinson hace más de 5 años.  El carácter progresivo de la enfermedad no ha perdonado y desde hace un mes, a Lupe le empezaron a fallarle las piernas.  Alejandro sabe muy bien que su trabajo consiste en ayudarla no solamente a aliviar los síntomas de la enfermedad, sino también a darle todo el ánimo que necesita para seguir con su tratamiento.

“ Ánimo, venga, vámonos que ese sillón me parece a mi que es demasiado cómodo”.  “Tengo miedo de caerme Alejandro” le dice Lupe algo preocupada.  “Por supuesto no deberías andar sola Lupe, ya lo sabes, pero ahora estoy contigo, y juntos vamos a andar un poco”  Uno de los ejercicios de Alejandro se llama Reeducación de la marcha.  Es una de las características de esta enfermedad que ciertos procesos automáticos (que hacemos sin pensar) como por ejemplo andar, tragar, toser, se van perdiendo poco a poco.  Por eso, a Lupe hay que recordarle como andar.

“Venga, empezamos con la derecha y la llevamos un poco más adelante que la izquierda…bien, así muy bien”.  Poco a poco, ambos han recorrido todo el pasillo de la casa y al final, a lado de la puerta encuentran el espejo.  “¡Muy bien Lupe, fijate donde hemos llegado!  Ahora, ponte recta y vamos a mirar al espejo”  Lupe da la vuelta despacio, y se mira con cierta curiosidad en el espejo.  “Cada día parezco más baja” protesta.  “Bueno, pues venga, vamos a estirarnos bien.  Rodillas estiradas, cabeza alta…bien, ¿has visto que guapa estás hoy?”  Con las manos juntas, Alejandro le pide que haga unos ejercicios de coordinación y equilibrio.  Buscando  la mayor amplitud de movimiento Alejandro le pide a Lupe que vaya moviendo los brazos hacia diversos objetos. Lupe obedece a la perfección y al final se siente mejor.  “No sabía que podía hacer todo eso” comenta agradecida.

“Lo has hecho muy bien Lupe” le dice Alejandro, dejándola otra vez en su sillón.  “Llevas casi una hora trabajando; te mereces descansar!  Nos vemos pasado mañana ¿de acuerdo?”  “Por supuesto hijo” le contesta Lupe; “sin ti estaría perdida”.

 

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